domingo, 17 de julio de 2011

6 rosas y 12 margaritas

Cuánto tiempo había estado esperando este momento: de nuevo, el estar una vez más en sus brazos, compartiendo sus corazones; la promesa que un día le hizo él: volveremos a estar juntos. Esta tarde, él había llegado con 6 rosas rojas y 12 margaritas, sus flores favoritas, y le pidió que volvieran a estar juntos; no hace falta decir que ella aceptó sin pensarlo. Esta tarde estaban en el parque juntos, paseando, cantando, no importa tanto, el asunto es que estaban juntos, enamorados de nuevo. Habían dejado cada uno sus respectivos quehaceres para pasar juntos la tarde, como quien dice, se habían fugado un rato. Recostados en el pasto, se besaban, ella, empezó a llorar, pues se dio cuenta de lo que pasaba, y dijo:
-Ya me voy a despertar ¿verdad?
-Sí
-Y cuando despierte, no vas a estar a mi lado ¿verdad?
-No
-Tú amanecerás en la cama de ella, ¿no es cierto? Como lo haces desde hace un par de meses
-Sí
-Y yo, yo amaneceré en mi cama, sola, sin ti ¿no?
-Sí
El corazón de ella, empezó a dolerle como sólo le había dolido la vez que él se fue, la vez que él se fue a vivir con ella, la vez que le prometió que un día volvería por ella pasara lo que pasara, cuando le dijo que la amaría eternamente aunque no estuvieran juntos y él viviera con ella. Él le dijo:
-¿Por qué crees que estamos juntos en este sueño?
-No lo sé…
-¿No te dije que siempre te amaría? Cuido de ti en tus sueños, los velo a distancia, y te visito en ellos porque es el único lugar donde podemos estar juntos, sin que nadie lo impida, y sin culpa. Mi alma cuida siempre de ti, hice este sueño para nosotros, esta es mi forma de hacerte saber que mis promesas siguen en pie, así como el eterno amor por ti…
Ella estalló en llanto, besó apasionadamente sus labios, todo se volvió borroso, se estaba despertando.
Al despertar ella lloró como sólo lloraba por él, con el corazón ardiendo con ese ardor que dan ganas de arrancárselo, sabiendo que de verdad él estaba despertando al lado de ella. Cuando puedo calmarse, no sin quitar de su alama su infinita pena, se levantó de la cama y se bañó. Y nada más.

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